jueves, 31 de enero de 2013

La Madeleine de Proust.


Casi ni me levanto, no me daban las patas. Cuando veo entre mis mensajes uno del escritor solapero mostrando un nuevo relato. El tipo parece estar atareado por una muerte, o quizá crea ser la madeleine de Proust (1871-1922) y encontrarse aún entre la garganta y el esófago haciéndole más aciago el destino a Marcel. El escritor solapero es tan afrancesado como Proust; solapero recoge, mientras sonríe con esa mesura intolerable, todo lo que escucha para almacenarlo como un hámster en sus párpados, luego vaciarlo y martirizarse abrazado a las quince pulgadas de su maquina portátil. ¡Pobre solapero! pienso mientras leo lo que envió, su vida es caótica y, ¡mira¡ su transito interior que bien redactado queda, como queriendo decir a cada lector: -Ruego cierta consideración a quien halle este escrito...- ¡pobre solapero¡ como queda uno fascinado con lo que escribe; mientras él seguramente, corrige algún texto que maquilla durante horas como le enseñaron en la universidad, para que su pobreza espiritual parezca en serio un transito tortuoso, y su estoicismo se transforme en una sucesión de infortunios escudados por palabras.
¡Carajo, ahí ta la madeleine de Proust! grité mientras llegaba al final del relato, olvidando que me encontraba en un hediondo locutorio infestado de estudiantes secundarios que permanecen días enteros agriando ese insoportable hedor a hacinamiento humano.

Solapero tiene clara su consigna: humillar a la gente, pero con altura. Porque solapero no tiene un enemigo, solapero los odia a todos por igual, ama lo macho que no es y el reflejo de esa carencia en otros lo seduce y le aprisiona al destructor adormecido que lleva dentro, en esa especie de cárcel individual. Sí, a solapero lo adormecieron, su venganza es finita pero lerda, y su odio parte desde esa mueca oculta de dolor con la que te mira condescendientemente mientras determina que se puede hacer con lo que decís, hacia un titán interior que alza el puño agonizando hasta caer sumido en un sueño narcotizante. Resistir, clamar, vengar; y puño, lo mantiene en alto hasta que cae.
Una lástima, yo quiero que sigua en pie, como el boxeador que él desearía ser: contra las cuerdas, en un rincón, aguantando embates y devolviendo golpes.


En el castillo de Kafka, K el personaje dice a viva voz: “la verdad de este mundo es la muerte, hay que escoger morir o mentir”

lunes, 21 de enero de 2013

Los teóricos, empañan su monóculo.



Cuál es el deseo supremo del hombre contemporáneo?-

-Yo señorita - respondo mientras me traslado mentalmente al fondo de un salón en la escuela normal superior J. J de Urquiza, sentado en un banco para zurdos que conseguí en un arrebato a las piñas de un aula vecina.

A ver Benítez, lo escuchamos- y yo, Benítez, hago uso de la palabra. Pero para eso debo volver mi traslado en el tiempo a mi realidad actual, argumentar con una imperfecta eficacia e inventar un remate que enmudezca al mismísimo Jaimíto. Muy bien ahí va:

-El deseo supremo del hombre contemporáneo señorita, es no extraviarse en la comprensión real de las cosas por temor a dejar de sentir deseo por lo material, que es ornamento del mundo.-

Así, con esa respuesta exigua viese podido ahorrarme diez años de concurrencia a esos horrendos edificios donde me impusieron un saber absurdo, incompleto, estructurado, ineficaz y azaroso; doblemente incompleto si tenemos en cuenta las incapacidades lógicas que seguramente frustraron a nuestras maestras y profesores, desde siempre mal asalariados.

Las teorías que los intelectuales y pensadores elaboran y tienen como misión evaluar al mundo, sus avances y deterioros, cabrían perfectamente en un renglón. Quienes aparentan estar desgajando verdad por verdad y se han instruido para eso, no buscan más que transmitir su perspectiva llenando libros gordísimos que les serán tan contradictorios como convenientes antes de que ese ejemplar salga a la venta.
Los pensadores se generan sus propias teorías enemigas, es por eso que hilvanan todo para confesar finalmente su inutilidad.

Ellos mismos imaginan la detención del tiempo mientras lo evalúan, y luego de ese viaje que pretende resultar vasto y absolutista, entierran los signos de interrogación en un lugar seguro, se alejan y antes de volver con nuevas conjeturas trazan un mapa del lugar en donde le dieron sepultura a la pregunta, para volver a revivirlo y no perderlo porque sin ello su ejercicio intelectual sería nada más que un material condenado al fracaso.

Al mundo lo conduce su ritmo natural y originario, se transforma según la posibilidades que él aporte, y no según el capricho de sus integrantes. El mundo es uniforme y somos en él una casualidad. Una casualidad es algo que sucede sin previo aviso, una casualidad es una incógnita sin solución; casualidad es contemplar por azar mientras alzamos la vista al cielo, una estrella fugaz que se muere expulsando un último y único brillo agónico que nos expone maravillosamente la inutilidad de comprender lo que nos han regalado.

Fue Borges quien dijo, “cualquier ejercicio intelectual es finalmente inútil”

Ayax, Aquiles muerto.

















Las distancias pueden llegar a ser sorprendentes cuando perdemos la claridad. ¿Que es la claridad? Un síntoma positivo de aproximación a nuestros deseos.
Cuando sentimos aparecer la claridad, es porque se ha logrado derribar la estructura y su hermetismo. Siempre lo confuso madura dentro nuestro a causa de un poder cegador que pretende alcanzar un objetivo utilizando al odio como medio y, aunque la historia de la humanidad nos ha demostrado que la guerra, y el odio hacia el enemigo continúan utilizándose como medio para la obtención de poder, individualmente debemos tener certeza de que la guerra es parte de un sistema imperfecto. ¿Debemos entonces predicar la paz? Si, debemos hacerlo. Pero únicamente se logra la paz, cuando se sabe ser un buen guerrero. ¿Qué es ser un buen guerrero? Haber desarrollado nuestras armas naturales, es decir darle sofisticación al uso del cuerpo y de la mente, saber que existen guerreros mas fuertes, capaces de vencernos y guerreros mas débiles a los que venceremos fácilmente.
¿Qué hacer ante los fuertes? Dejar que avancen, que desplieguen su capacidad, ponerse a su servicio, quitar de esa experiencia todo aquello que pueda ayudar a la sofisticación de nuestras armas naturales, nunca, jamás, se debe confrontar con los mas fuertes cuando no se ha atravesado el proceso de “vaciamiento de capacidades fuertes”, hacerlo nos convertiría inmediatamente en guerreros débiles reconocibles; de esa forma perderíamos oportunidad de llegar a lograr la sofisticación que necesitamos. La conducta del fuerte con sus aliados puede ser hosca, en ese caso el guerrero fuerte dejará de serlo muy pronto. Cuando la conducta del guerrero fuerte es servil, amable, y cuando lo necesita cruel, estamos frente a un guerrero fuerte que habrá que acompañar hasta que podamos desnaturalizar su conducta, dejar que esa capacidad de mando transforme la nuestra e intentar mejorarla añadiendo capacidades nuestras de las que debemos estar completamente seguros de su eficacia. Estas últimas clases de guerreros fuertes, terminan obteniendo mucha sabiduría con el transcurso de los años y difícilmente el desplazamiento se lleve a cabo con violencia. Esta clase de guerreros transforma a otros con total rectitud y nobleza.
¿Qué hacer con lo débiles? Tener cuidado. Jamás descubrirles alguna elucubración, el débil no cree ni es sus fuerzas ni en sus armas ni en sus capacidades, por eso mismo es doblemente peligroso, los débiles se transforman en verdaderos cobardes, no distinguen lazos fraternos, son débiles en todos los órdenes de la vida, y las más de las veces necesitan incorporar alguna cosa que les brinde la seguridad que no poseen. Nunca se debe maltratar a un débil, un débil es un alma pobre sin capacidad de transformación de nada, vive en el ruego, y nunca ha dado el paso que lo convierta en fuerte, ni nunca podrá darlo.
Los guerreros fuertes fueron débiles, pero salir de la debilidad significa primero reconocerla, y se necesita de un espíritu y un corazón grande para apartarla de sí, ese es el primer paso que da un guerrero fuerte. El guerrero es fuerte cuando sabe transformar, cuando crea, cuando hace y deshace a su gusto. Se dice que no hay guerrero fuerte verdadero, si este no ha estado alguna vez en la fila de los débiles. Las cosas se dicen una sola vez.

Continuemos en la busca de la sofisticación de nuestras armas naturales, luego démosle reposo al cuerpo y a la mente. Trabajemos con la mente, tu inteligencia te permitirá discernir con claridad y tendrás aguda conciencia del inextricable laberinto que es el cerebro humano.